jueves, 24 de julio de 2025

INTA en la encrucijada: Implicancias del desguace para el desarrollo tecnológico y la producción en nuestro país.


Carolina Cabral, Gisela Godoy y Romina Miraglio


Desde la cátedra Didáctica de la Educación Tecnológica de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la UADER, seguimos analizando el desmantelamiento de organismos estratégicos vinculados a la ciencia y a la tecnología en nuestro país. 

El INTA: Baluarte de la Soberanía Tecnológica y el Desarrollo Nacional, una Perspectiva Crítica desde una mirada educativa

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) es un pilar fundamental en la construcción de una Argentina con mayor autonomía y soberanía, especialmente en un contexto donde el futuro de instituciones clave para el desarrollo tecnológico nacional se ve amenazado. Para ello reflexionamos sobre cómo la tecnología, lejos de ser un campo neutral, es inherentemente política y porta una intencionalidad profunda, moldeando las relaciones de poder y las posibilidades de desarrollo de una nación. Esto nos invita desde la mirada de la Educación Tecnológica poder comprender la tecnificación no como un simple proceso de incorporación de máquinas o herramientas, sino como un proceso social complejo que implica la interacción entre saberes, prácticas, contextos y propósitos. En este sentido, el rol del INTA trasciende la mera provisión de soluciones técnicas; se configura como un agente clave en la democratización del acceso al conocimiento y en la construcción de capacidades locales. Al promover la tecnificación con un enfoque crítico y contextualizado, el INTA contribuye a que los productores, especialmente los pequeños, puedan no solo utilizar la tecnología, sino también comprenderla, adaptarla y, en muchos casos, generarla, fortaleciendo así su autonomía y la soberanía tecnológica del país frente a los dictados de mercados externos o grandes corporaciones.

El INTA: Génesis y Evolución de una Institución Estratégica

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) fue creado a fines de 1956 con una visión clara: ser una herramienta política para la investigación, generación y extensión de tecnologías destinadas a mejorar la producción primaria del país. Desde sus inicios, su misión se centró en "impulsar y vigorizar el desarrollo de la investigación y extensión agropecuaria con el fin de acelerar la tecnificación y el mejoramiento de la empresa agraria y la vida rural". Esta misión fundacional ya establecía un vínculo indisoluble entre tecnología, desarrollo productivo y bienestar rural.

A lo largo de su historia, el trabajo del INTA ha sido crucial para el sector agropecuario argentino, impulsando su crecimiento y desarrollo. Como organismo público descentralizado con autarquía operativa y financiera, el INTA ha logrado mantener una presencia territorial significativa, con estaciones experimentales y agencias de extensión rural a lo largo y ancho del país, lo que le permite abordar las problemáticas específicas de cada región.

La mirada en territorio: en el país y en la provincia de Entre Ríos




Mapa

Figura 1:  Mapa de Entre Ríos. Presencia INTA en el territorio.


         Dirección del Centro Regional Entre Ríos de INTA 


Estación Experimental Agropecuaria Paraná, Concordia, C del Uruguay


Agencias de Extensión Rural INTA, cada Departamento.


Ubicación geográfica: Está distribuido en todo el territorio de la provincia de Entre ríos organizados en un Centro Regional, tres estaciones experimentales agropecuarias estratégicamente distribuidas con sus campos experimentales y laboratorios de investigación, en Concordia, Paraná y Concepción del Uruguay, cada una de ella tiene Agencias de Extensión haciendo que entre las 3 se cubra todo el territorio provincial desarrollando actividades de investigación y extensión. 

Prácticas Tecnológicas y Desarrollo para Productores:

El INTA no solo genera conocimiento, sino que lo transfiere directamente a los productores, adaptándose a sus necesidades y realidades. Por ejemplo, en Entre Ríos, el INTA ha establecido un vínculo de más de 30 años con el gobierno provincial y sus ministerios, colaborando en programas como Cambio Rural y desarrollando tecnología aplicada a cadenas productivas como la arrocera, avícola y bovina.

Más allá de la escala macro, la intervención del INTA se materializa en prácticas tecnológicas específicas que benefician directamente a los productores. En el manejo de plagas, el instituto ha desarrollado y difundido estrategias de Manejo Integrado de Plagas (MIP), que reducen la dependencia de agroquímicos. Un ejemplo de esto es la aplicación SisMoFrutal, diseñada para monitorear cultivos frutales como manzano y peral, y prevenir el desarrollo de insectos como la carpocapsa, principal plaga de estos frutales. Esta herramienta permite a los productores tomar decisiones informadas sobre el momento óptimo para la intervención, basándose en la acumulación de carpogrados y la consulta de datos disponibles en la web del INTA. Además, el INTA promueve el uso de métodos agroecológicos y la preparación de bioinsumos como macerados y purines para el control de insectos y enfermedades en huertas familiares, ofreciendo alternativas a los productos sintéticos.

En cuanto a la mejora del rendimiento y la sostenibilidad de las producciones, el INTA ha impulsado tecnologías de agricultura de precisión, incluyendo el uso de drones, sensores y sistemas de información geográfica, que permiten una gestión más eficiente de recursos como agua, fertilizantes y pesticidas, optimizando la productividad y reduciendo el impacto ambiental. Sus programas de mejoramiento genético han resultado en la obtención de razas ganaderas más productivas y adaptadas a las condiciones locales, fortaleciendo la competitividad del sector.

Nuevas Tecnologías Desarrolladas por INTA

El INTA no solo transfiere tecnología, sino que es un activo generador de innovaciones propias, muchas de ellas cruciales para la soberanía tecnológica del país:

Variedades de cultivos y semillas: El INTA es pionero en el desarrollo de variedades de trigo panificable de alto rendimiento y resistentes a enfermedades. También ha desarrollado variedades de algodón, incluyendo una que tolera el picudo algodonero, un insecto que causa graves daños al cultivo. En el ámbito del cannabis medicinal, el INTA ha aportado cultivares propios, como "Cannawine INTA-ACCS", que han sido aprobados para su cultivo en el país, lo que demuestra su versatilidad en la investigación genética.

Biológicos y Vacunas: En el área de sanidad animal, el INTA, a través de su spin-off Bioinnovo (en colaboración con CONICET), ha lanzado biológicos únicos como Bioinnovo IgY DNT para la prevención de la Diarrea Neonatal del Ternero, y Vedevax Block, la primera vacuna direccionada a subunidad contra el Virus de la Diarrea Viral Bovina. Estos desarrollos son fundamentales para la salud de los rodeos y la reducción de pérdidas productivas.

Nanoanticuerpos VHH: El INTA ha generado una plataforma basada en nanoanticuerpos de camélidos (llamas y guanacos) que permite el control de virus, tanto en humanos como en mamíferos, incluyendo rotavirus causantes de diarreas. Este es un claro ejemplo de investigación de vanguardia con aplicaciones en salud pública y animal.

Innovaciones para la Agricultura Familiar: A través del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (CIPAF), el INTA trabaja en la creación de maquinarias y equipos adaptados a las necesidades de los pequeños productores, buscando organizar al conjunto de fabricantes y pymes dedicadas a este fin. Esto subraya su compromiso con la inclusión social y el desarrollo local sostenible.

Su visión actual, reflejada en el Plan Estratégico Institucional (PEI) 2015-2030, lo posiciona como "Un INTA comprometido con el Desarrollo Nacional". El INTA, como integrante del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, enfoca sus esfuerzos en la innovación como motor del desarrollo nacional. Se propone gestionar la innovación en el Sistema Agropecuario, Agroalimentario y Agroindustrial (SAAA) en todo el territorio nacional, buscando dar respuestas a las demandas de la sociedad, considerando desafíos como el cambio climático, la salud de los ecosistemas, la producción sostenible y las demandas del mercado. Esto implica generar y gestionar conocimientos, promover el desarrollo inclusivo con enfoque territorial, y consolidar una política institucional de inserción global.

Tejiendo redes 

INTA, junto a otros organismos vinculados a la ciencia y tecnología conformaron una plataforma de trabajo para coordinar acciones que se complementen con los planes de prevención y control dispuestos por los organismos de fiscalización vegetal en cada país. Esta plataforma, se ejecuta mediante un proyecto del Fondo Regional de Tecnología Agropecuaria (FONTAGRO) este organismo internacional, mediante la cooperación busca promover ciencia, desarrollo e innovación en América Latina y el Caribe, con el objeto de impulsar la competitividad agropecuaria, el manejo sostenible de los recursos naturales y la seguridad alimentaria.

 La finalidad de este proyecto es prevenir el avance del HLB en la región para evitar la ruptura del entramado socioeconómico y productivo que constituye la cadena citrícola en la región, Se propone adaptar, difundir y concientizar la tecnología del Manejo Integrado de Plagas y Enfermedades (MIP) en el control del vector del HLB de los cítricos en la agricultura familiar (AF) en Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia a través de lotes demostrativos en campo de productores citrícolas en cada región, En Entre Ríos se establecieron en Concordia, Federación y Chajarí, brindando asesoramiento y control ala zona del NEA.

Tecnología, Desarrollo, Autonomía y Soberanía: Un Entramado Indivisible

La labor del INTA es un ejemplo palpable de cómo no puede escindirse a la tecnología de los intereses políticos y económicos. No se trata solo de producir conocimiento o herramientas; se trata de quién las produce, para quién y con qué fines. Al desarrollar variedades de cultivos adaptadas a las condiciones locales, promover prácticas agrícolas sostenibles o capacitar a pequeños productores, el INTA ejerce una política tecnológica que busca fortalecer la autonomía de los actores rurales y, por extensión, la soberanía alimentaria y productiva del país.

La autonomía tecnológica, es decir, la capacidad de una nación para generar, adaptar y aplicar sus propias soluciones tecnológicas sin depender exclusivamente de desarrollos externos, es un pilar fundamental de la soberanía. El INTA, con sus investigaciones y su red de extensión, contribuye directamente a esta autonomía al desarrollar tecnologías "a la medida de las necesidades y problemáticas del país". Esto se contrapone a la idea de una tecnología neutral, que simplemente "llega" o "se adquiere", sin considerar las implicancias de su origen, sus intereses subyacentes y su impacto en la capacidad nacional de decidir sobre su propio futuro.

Sin el INTA, los Pequeños Productores a Merced de las Empresas Tecnológicas

La importancia del INTA para los pequeños productores no puede ser subestimada. Estos actores, que a menudo carecen de los recursos económicos y el acceso a la información que tienen los grandes conglomerados agroindustriales, se encuentran en una posición de particular vulnerabilidad. El INTA actúa como un contrapeso fundamental frente al poderío de las grandes empresas que desarrollan y comercializan semillas y agroquímicos.

Sin la investigación y el desarrollo de variedades de semillas adaptadas a las condiciones locales y accesibles para todos, los pequeños productores se verían obligados a depender exclusivamente de las variedades patentadas por grandes corporaciones. Estas semillas, a menudo transgénicas, vienen acompañadas de un "paquete tecnológico" que incluye agroquímicos específicos (herbicidas, insecticidas) a los que son tolerantes o resistentes. Esta dependencia genera un ciclo de endeudamiento y una pérdida de autonomía productiva, ya que los productores deben comprar anualmente las semillas y los insumos asociados, sujetos a los precios y condiciones impuestas por estas empresas.

El INTA, al ofrecer alternativas de semillas mejoradas genéticamente de dominio público o de bajo costo, y al promover prácticas de manejo integrado de plagas o agroecología, libera a los pequeños productores de esta dependencia. Les brinda herramientas y conocimientos para producir de manera más sostenible, reducir costos y mantener su soberanía sobre sus propios sistemas productivos. La investigación en variedades criollas o la adaptación de cultivos a condiciones climáticas específicas son ejemplos de cómo el INTA protege la biodiversidad y la capacidad de resiliencia de la agricultura familiar, garantizando que el conocimiento y la tecnología sean un bien público al servicio de la comunidad, y no una herramienta de concentración de poder.

La Implicancia de la Pérdida: Un Golpe a la Soberanía y el Futuro

En el actual escenario político-económico, las denuncias sobre un posible cierre, vaciamiento o desguace del INTA representan una grave amenaza para la soberanía y el desarrollo argentino. Los artículos periodísticos recientes dan cuenta de la profunda preocupación en distintas regiones del país. Se habla de protestas de trabajadores ante el posible cierre de agencias y el despido de 1.500 empleados a nivel nacional, lo que afectaría directamente a cientos de productores de la agricultura familiar que quedarían sin acompañamiento técnico ni respaldo institucional.

Un cierre o desmantelamiento del INTA implicaría la pérdida irreparable de décadas de investigación y conocimiento acumulado, un capital humano de excelencia, y una infraestructura de laboratorios y estaciones experimentales que tardarían generaciones en reconstruirse. Más allá de los números, se perdería la capacidad de generar soluciones tecnológicas propias para los desafíos agropecuarios, aumentando la dependencia de paquetes tecnológicos extranjeros y limitando la capacidad de respuesta del país ante crisis productivas, ambientales o alimentarias. El ex Director Nacional del INTA, Héctor Espina, ha manifestado que el nuevo marco regulatorio impone un modelo centralizado y unitario, sin articulación con provincias ni cadenas de valor, y donde la extensión y las agencias territoriales tienden a desaparecer, alejando al organismo de la realidad territorial. Esta pérdida de autonomía operativa y la centralización de decisiones sin contrapesos es funcionalmente equivalente a una intervención, contradiciendo el mandato explícito del Congreso que incluyó al INTA en la lista de organismos excluidos de cualquier intervención o transformación en la Ley 27.742 (Ley de Bases).

Esto no solo afectaría a los grandes productores, sino que dejaría desamparadas a las economías regionales y a la agricultura familiar, pilares fundamentales de la producción de alimentos y el arraigo rural. En palabras de los trabajadores, "Si desaparece el INTA como lo conocemos, el Estado desaparece en muchísimos territorios". Se perdería, en definitiva, una herramienta estratégica para sostener la producción de alimentos y acompañar a quienes producen en contextos difíciles, lo que equivale a "desmantelar el futuro".

La Educación Tecnológica: Forjando Ciudadanos Críticos y Soberanos

Esta situación se vincula directamente con los propósitos de la Educación Tecnológica como espacio curricular en el sistema educativo argentino. La Educación Tecnológica no se limita a enseñar el uso de herramientas o técnicas; busca formar ciudadanos críticos capaces de comprender el entramado socio-técnico, desentrañar las intencionalidades detrás de los desarrollos tecnológicos y participar activamente en la construcción de soluciones a los problemas de su entorno.

Al estudiar el INTA y su potencial cierre, los estudiantes en Educación Tecnológica pueden analizar de primera mano cómo una institución de ciencia y tecnología puede ser un instrumento de política y soberanía. Se les permite comprender que la elección de invertir o desmantelar la investigación y el desarrollo nacional no es una decisión técnica aséptica, sino una decisión política que tiene profundas implicancias en la capacidad de un país para ser autónomo, generar riqueza distribuida y garantizar la seguridad alimentaria de su población.

La apertura del INTA a la comunidad, durante sus jornadas de puertas abiertas,  posibilita que grupos escolares realicen un recorrido por sus instalaciones, acompañado de explicaciones sobre los diferentes programas de los procesos e investigaciones que contribuyen a mejorar la producción local,  explorando  y relacionando así distintos contenidos. Esta experiencia enriquece la comprensión y brinda herramientas valiosas para un aprendizaje significativo.

Esto nos invita, desde la mirada de la Educación Tecnológica observar  un proceso social complejo donde interactuan saberes, prácticas, contextos y propósitos

La defensa del INTA no es solo la defensa de una institución sino la defensa de un modelo de desarrollo basado en la soberanía tecnológica, la autonomía productiva y la inclusión social. Es un llamado a reconocer que la tecnología es un campo de disputa donde se juegan los destinos de una nación, y que, sin una política tecnológica nacional robusta, el camino hacia un desarrollo genuino y equitativo se torna mucho más escarpado.


Enlaces de Artículos Periodísticos sobre la situación del INTA:


martes, 15 de julio de 2025

La situación actual del INTI y sus implicancias: trayectoria de un organismo estratégico para la soberanía tecnológica



Mariana Casas y Mariana León 

Desde la cátedra Didáctica de la Educación Tecnológica de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la UADER, consideramos necesario el análisis de las implicancias de las últimas medidas del gobierno nacional en torno al desguace de organismos estratégicos vinculados a la ciencia y la tecnología en nuestro país. En este contexto, resulta fundamental recuperar la trayectoria y el rol del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), no sólo por su función histórica en la articulación entre el conocimiento científico y las necesidades productivas nacionales, sino también por su centralidad en las políticas orientadas a la construcción de soberanía tecnológica. El debilitamiento de instituciones como el INTI compromete seriamente las posibilidades de un desarrollo autónomo, equitativo y sustentable.


El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) ha sido, desde su fundación en 1957, un organismo clave en la articulación entre conocimiento científico y necesidades productivas del país. Su existencia encarna la posibilidad de un desarrollo nacional basado en la soberanía tecnológica, con una fuerte impronta federal y una visión de inclusión. Sin embargo, su desmantelamiento reciente pone en cuestión no solo la continuidad institucional, sino también nos interpela desde el ámbito educativo, en tanto proceso que forma ciudadanos críticos capaces de comprender las relaciones entre tecnologías y sociedad.


Situación Actual

Historia

67 años como pilar del desarrollo industrial y metrología nacional.

Estado actual

En crisis por recortes, reducción de autonomía y protestas masivas.

Importancia

Referente técnico, catalizador de innovación para PyMEs, ente de control de la calidad.



La historia del INTI muestra cómo las tecnologías públicas no son neutrales ni meramente técnicas: constituyen políticas concretas orientadas a producir inclusión, innovación, desarrollo productivo y mejora de la calidad de vida. Las tecnologías "ejercen agencia", configuran relaciones sociales, distribuyen oportunidades y afectan directamente el bienestar de los pueblos. En ese marco, el INTI no solo ofrecía más de 8.500 servicios técnicos y de innovación, sino que también era parte de una política pública orientada al fortalecimiento de capacidades tecnológicas propias, con un profundo impacto en PyMEs, cooperativas, economías regionales y comunidades productivas de todo el país.

Las transformaciones recientes que afectan al INTI pueden ser leídas como el resultado de disputas políticas y culturales sobre el modelo de país deseado. La decisión de desarticular parte de su estructura, despedir trabajadores especializados, centralizar funciones y convertirlo en una unidad organizativa con menor autonomía no responde a una necesidad técnica, sino a una estrategia de reconfiguración del vínculo entre el Estado, la ciencia y  el sector productivo. En este sentido, lo que se juega no es solo la existencia de un organismo, sino la posibilidad de sostener trayectorias sociotécnicas de desarrollo con justicia social y federalismo territorial.

Estas discusiones resultan especialmente significativas en el campo educativo. Promover una formación crítica y comprometida implica recuperar casos como el del INTI para reflexionar sobre el modo en que el conocimiento, la técnica y las decisiones políticas están entrelazadas. El debilitamiento de instituciones como el INTI demuestra que la pérdida de capacidades técnicas implica también pérdida de autonomía, de trabajo calificado, de soberanía económica, y de posibilidad de imaginar futuros distintos.

En este contexto, educar implica también desarrollar en estudiantes y docentes la capacidad de leer críticamente las políticas vinculadas al desarrollo tecnológico, de reconocer en cada artefacto o sistema productivo las huellas de decisiones políticas, disputas de poder, contextos sociohistóricos y alianzas sociotécnicas. No se trata solo de enseñar contenidos, sino de comprender para qué, para quién y con qué consecuencias se genera y se aplica el conocimiento. Retomar el enfoque del análisis sociotécnico en clave pedagógica permite, entonces, no sólo una mejor comprensión del presente y la interpretación del pasado sino también una invitación a construir futuros alternativos.


Hacer foco en el caso del INTI, es una oportunidad ineludible para pensar la tecnología como proceso sociocultural. Su trayectoria, sus aportes y su actual desmantelamiento deben ser abordados desde una perspectiva crítica que combine análisis técnico, reflexión política y compromiso educativo. Porque es importante reconocer que no hay tecnologías sin política, ni política sin tecnologías. Y porque, en definitiva, el país que queremos también se juega en las aulas, en las investigaciones, en los espacios de formación y en las decisiones sobre qué y cómo enseñar.


Estado actual: crisis y recortes

En los últimos meses, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), organismo emblemático del desarrollo tecnológico y productivo argentino, se ha visto profundamente afectado por una serie de medidas impulsadas por el gobierno nacional. A través de los decretos 461, 462 y 463 del año 2025, el gobierno encabezado por Javier Milei avanzó en una reestructuración que transformó al INTI en una simple unidad organizativa dependiente de la Secretaría de Industria, quitándole su histórica condición de ente autárquico. Esta decisión significó una pérdida sustantiva de autonomía institucional y funcional, tal como lo detallan medios como Infobae, Perfil, Tiempo Argentino  y Página 12, que advierten sobre el vaciamiento técnico y político que esta medida representa.

Lejos de tratarse de una reorganización administrativa menor, esta transformación vino acompañada de una serie de acciones que comprometen la capacidad operativa del instituto. Según informó El Argentino Diario, se anunciaron despidos masivos de personal técnico y profesional, cierres y fusiones de centros regionales y una política de centralización que va a contramano de la impronta federal que históricamente caracterizó al organismo. Estas decisiones no solo afectan a quienes trabajan en el INTI, sino también a cientos de pequeñas y medianas empresas que dependen de su asistencia para garantizar calidad, innovación y competitividad.

En este contexto, defender al INTI no es una consigna corporativa ni nostálgica, sino una forma de apostar por un país que valore el conocimiento, la industria, la ciencia aplicada y la construcción de soberanía tecnológica. Su desmantelamiento no solo interrumpe procesos en marcha, sino que también socava la posibilidad de construir un futuro con desarrollo autónomo, justo y sustentable.

Relevancia tecnológica y rol estratégico

Uno de los aportes más significativos del INTI ha sido su capacidad para brindar servicios técnicos de alto nivel: más de 8.500 intervenciones anuales en áreas como metrología, certificación, control de calidad, desarrollo de nuevos productos, capacitación y asistencia técnica. Esta labor ha permitido mejorar los procesos productivos de cientos de empresas, elevar sus estándares de calidad y abrirles la puerta a nuevos mercados tanto nacionales como internacionales. Tal como reconocen fuentes oficiales y medios especializados, el INTI ha sido clave en la generación de empleo, en el fomento del agregado de valor en origen y en la sustitución de importaciones, reduciendo la dependencia tecnológica del país.

Además, el INTI se destaca por su carácter federal. Con presencia en las 24 provincias a través de 52 centros distribuidos por todo el territorio, ha logrado democratizar el acceso a la tecnología y la innovación, acercando soluciones técnicas concretas a las realidades productivas de cada región. Esta descentralización no solo garantiza equidad territorial, sino que también potencia las capacidades locales, permitiendo que el conocimiento no quede concentrado en los grandes centros urbanos y que el desarrollo llegue a todas las economías regionales.

En tiempos donde el futuro del país se juega también en la capacidad de generar tecnología propia, de cuidar el conocimiento acumulado y de promover un modelo de desarrollo con inclusión, el INTI es un organismo fundamental para este proceso. Su importancia no radica únicamente en sus laboratorios o sus técnicos especializados, sino en el entramado de vínculos que ha sabido construir entre el Estado, la industria, el sistema científico y las comunidades. 

La Argentina es una tierra de talento y creatividad, ha sido cuna de múltiples invenciones que marcaron un antes y un después a nivel mundial. Desde el bypass cardíaco desarrollado por René Favaloro hasta la birome de László Bíró, pasando por el colectivo, el helicóptero funcional de Pateras de Pescara, el sistema de identificación por huellas dactilares de Vucetich, la jeringa descartable de Arcusín, la transfusión sanguínea de Luis Agote o el primer corazón artificial total implantable creado por Domingo Liotta, estos avances no surgieron en el vacío. Fueron posibles gracias a contextos donde existían políticas públicas, instituciones estatales y entramados científico-tecnológicos que acompañaban, financiaban y valoraban la investigación, la innovación y la aplicación de conocimientos al servicio de la sociedad. El Pulqui, como símbolo de soberanía aeronáutica, y el rastrojero, como vehículo utilitario de producción nacional, también dan cuenta de este legado.

El fortalecimiento de instituciones como el INTI, lejos de ser un lujo, es una condición de posibilidad para que nuevas generaciones científicos/as y tecnólogos/as puedan continuar esa tradición, para promover la capacidad de un país de generar sus propias soluciones, de potenciar sus saberes locales y de proyectarse con dignidad y autonomía en el concierto global. Y es, sobre todo, defender el derecho a imaginar un futuro propio, sustentado en el conocimiento, la equidad y la creatividad colectiva.


Fuentes: