La revista C del Diario Critica de la Argentina, publicó en su edición Nº 51 del 15 de febrero pasado la nota en la que se describe como las recientes innovaciones ponen en tensión el caracter teleonómico de la Tecnología.
Aquella mascota virtual que enloqueció a padres y pedagogos hace una década, volvió cuando ya a nadie le asombra que un aparato sea objeto de afecto.
POR FEDERICO KUKSO
Nadie se acuerda ahora de un juguete lejano llamado “huevo adorable”, pero sí, quizás, del Tamagotchi, aquella mascota virtual proveniente de oriente y a la que había que alimentar, cuidar, entretener, curar y llevarlo al baño para evitar a toda costa su muerte, con todo el duelo tecnológico que este acontecimiento disruptor significaba en la vida de un chico o de un preadolescente.
Como ocurrió con el tiquitaca, el miquimoco, los yoyos, esta especie de organismo tecnológico japonés creado en 1996 por la pedagoga Aki Maita (y vendido por Bandai) fue cajoneada en algún rincón del hipocampo, no sin dejar secuelas cognitivas y puertas abiertas para su posible resurrección. Y con mucha razón. Los Tamagotchis no fueron (ni son, por asomo) solamente juguetes o, como se los llama en inglés, “nurturing games”, capaces hoy de indignar a Chiche Gelblung o a las preocupadas mujeres de Mañaneras que, sin duda, se preguntarían: “¿Es el Tamagotchi la mascota de mi hijo o es mi hijo la mascota de su Tamagotchi?”
Tal vez a la distancia, dentro de unos veinte o treinta años, recibirán el perdón, justo cuando se los vea, por fin, como lo que en verdad fueron (y son): los introductores de las “tecnologías sociables” en la sociedad, los que le tendieron la alfombra roja y le cambiaron la cara a los representantes de la inteligencia artificial (llámense robots o androides).
Como dice Sherry Turkle, una de las ciberpsicólogas e investigadoras más vanguardistas y magnéticas
Los Tamagotchis, además, se insertaron en la “cadena de la responsabilidad”: antes de tener un hijo, un perro o gato y una planta, estas mascotas virtuales —de las que hay 37 versiones, como las que van
En su momento, enloquecieron a padres y pedagogas que veían a estas mascotas virtuales como la reencarnación del diablo. Ante lo cual su creadora —su diosa— tuvo que salir a explicar: “El Tamagotchi no muere, se va a su planeta. De todas formas, en las nuevas versiones se convierte en un ángel y se le puede hacer reaparecer cuantas veces quiera. Este es un tema importante. Me gustaría que los niños supiesen que esta mascota no muere nunca. Por lo menos desde nuestra filosofía”.
Más allá de la histeria, los Tamagotchis —que ahora, como todo, vuelven— insertaron en la práctica y en la cabeza de los chicos —los protagonistas del futuro— una idea explosiva: los seres no vivos también pueden ser buenas compañías y, más sorprendente, ser objetos de afecto.
Una vez que abandonen para siempre su look y exterior metálico, los robots—se presume y pronostica— se amoldarán a la sociedad y dentro de ella, a los hogares. De ahí que a los miembros de la nueva camada artificial se los conozca como “robots sociales”, más compañía que herramientas, más destinatarios de abrazos que blancos de órdenes y quejas.
Y cuando lleguen, deberán darles las gracias a los Tamagotchis y otros seres virtuales como las Giga Pets, FooPets (www.foomojo.com), Addopt a pet (www.adoptMe.com), Neopets (www.neopets. com), Creaturebreeders (www.creaturebreeder.com), al ciberpez MOPy fish, Mobidogs, Pumpets o Bupuppies, a los increíbles Human Players (http://fon./i991xd), los Nintendogs de la consola DS o incluso a las millones de criaturas del videojuego Spore. Aquellos que hoy cuiden a sus Tamagotchis en sus consolas Nintendo Wii, en sus celulares (http://fon.gs/ clvm1z), iPods (con el juego Tamagotchi: Round the World.) o en Facebook (http://fon.gs/2l7n9a), no considerarán al humanoide como un extraño e invasor, oun simple reemplazo de un ser humano (el miedo más extendido y desacelerador de la robótica).
Lo verán, en cambio, como algo distinto, pero habitual. Nada del otro mundo. Hasta que los “artificiales” se mezclen y confundan con los “orgánicos”, argumento central de Battlestar Galactica —lamejor serie de ciencia ficción en décadas— y de la tesis del especialista en Inteligencia Artificial inglés David Levy que en su libro Love + Sex with Robots deja bien en claro su pronóstico: “Hace cien años, los matrimonios entre personas de razas diferentes o del mismo sexo estaban prohibidos en Estados Unidos. Desde hace cincuenta años los matrimonios interraciales son legales y las uniones homosexuales también han
Me parece un excelente artículo, pleno de sugerencias y preguntas implícitas o explícitas. Un artículo que piensa en los desafíos de la educación actual y del futuro.Nada fácil, por cierto.
ResponderEliminar