La pregunta que titula este artículo adquiere relevancia en estos días ante el anuncio del "Programa Nacional de Ciencia y Tecnología en las Escuelas" presentado por el Ministerio de Educación (Argentina).
Por Abel Rodríguez de FragaCreo que hay dos
formas de responder a la pregunta. Y ambas serían legítimas, en el contexto de
la Educación primaria y secundaria que es a las que voy a referirme.
Una de ellas podría
consistir en proponer un inventario de las tecnologías más recientes y significativas,
sugiriendo al mismo tiempo, marcos didáctico pedagógicos apropiados para
facilitar su abordaje. Esta alternativa es válida ya que siempre habrá
tecnologías a las que la Educación querrá hacerles un lugar....aunque no
siempre sepa, claramente, para qué.
Otra forma de responder
a la pregunta, que no sustituye a la anterior pero ayuda a darle sentido,
consiste en tratar de reflexionar no solamente sobre las particularidades de
cada tecnología sino sobre lo que ellas tienen en común. En este caso, la tarea
a emprender es verdaderamente novedosa y necesaria. Sobre todo en un contexto,
como el actual, dominado por las referencias cotidianas a las nuevas
tecnologías. Desde estas miradas, suele concebirse a la Tecnología como una
marcha lineal y ascendente donde cada nueva tecnología, dejando atrás a las
otras (y sobre todo a los otros) vinculadas a ellas, fuera construyendo “el
progreso”. Naturalizando, así, la idea de que habría tecnologías que superan y
triunfan sobre otras cuando esto quizás solo sea aplicable a los colectivos
sociales que compiten produciéndolas y,
en general, a la matriz darwiniana que ostentan la mayor parte de las
sociedades contemporáneas. En este contexto, también el lenguaje pareciera
haberse puesto al servicio de esta confusión. Es cuando la sola mención a que
la educación promueva la enseñanza de “las-nuevas-tecnologías” se traduce
automáticamente en una referencia a las tecnologías de la información y de la
comunicación (más conocidas en todo el mundo como “TIC”) y no a otras
tecnologías igualmente relevantes.
Es importante
entonces ir más allá del contexto dominante tratando de ofrecer una imagen más
realista, compleja y crítica de la Tecnología. Pero sin desvincularla de las
cuestiones “propiamente técnicas”, si se me permite la expresión, para evitar
seguir fragmentando y dispersando a la Tecnología a través del currículo.
Tratando de comprender las relaciones existentes entre los diversos procesos y
tecnologías en tanto sistemas orientados al éxito pero valorizando sus
relaciones con el entorno sociocultural. Esta tarea es, sin duda,
responsabilidad del conjunto de las áreas escolares aunque probablemente la Educación
tecnológica sea, pero solo si logra limitar su obsesión por proyectar y
fabricar cosas, la más apropiada para entramar las cuestiones tecnológicas
específicas con los intercambios microsociales. Y digo esto porque el mismo
gesto que repartió a los saberes escolares en teóricos y en prácticos, en
científicos y en humanistas, no pudo luego situar a la Tecnología sino en medio
de campos en disputa. Y, así, la estructura disciplinar resultante y su
prolongación en los colectivos docentes especializados, terminó bloqueando la
posibilidad de incorporación de nuevas síntesis sobre la Tecnología como las
actualmente producidas por áreas académicas creadas con posterioridad a ese
reparto. Es el caso, por ejemplo, de la Antropología de las técnicas, de la
Sociología de la Tecnología, de la Economía del cambio tecnológico y de la
Filosofía de la Tecnología campos a los que, en términos amplios, algunos
especialistas tienden a denominar “Estudios sociales de la Tecnología”.
Referenciar estos nuevos aportes dentro del currículum
puede colaborar a que la educación abandone la idea de que existen tecnologías
últimas y primeras ya que, en rigor, las
tecnologías existen básicamente como mediaciones entre los sujetos, entre ellos
y su entorno ¡y entre ellas mismas! constituyendo así los llamados sistemas
tecnológicos. Por esa razón las tecnologías no se escalonan a través de un
angosto desfiladero donde para que una surja es necesario que la anterior
desaparezca. En principio porque las tecnologías, y no los aparatos a los que
configuran, siempre se constituyen como redes donde cada una se apoya en las
próximas y todas, a su vez, en las que les precedieron. Muy poco de las “nuevas
tecnologías” seguiría en pie si tecnologías que parecen habitar en los
arrabales de esos “sistemas tecnológicos” colapsaran de golpe como son, por
ejemplo, las que conforman la minería,
la industria química, los transportes, la mecánica en todas sus formas, el
aprovechamiento de energía, la agricultura, la distribución de agua, etc. En
esta dinámica ocurren fenómenos interesantes que la educación no debería seguir
ignorando aunque sea imposible resumirlos aquí:
Toda tecnología, por
el simple hecho de haber sido imaginada por sujetos, habitantes de un estado tecnológico
anterior al que finalmente habrá de alumbrarla, llevará inevitablemente la
memoria de lo que en el mismo acto será superado. Así las significaciones
técnico culturales de lo nuevo no podrán desprenderse del todo de las
significaciones que le precedieron. En los flamantes motores de los
automóviles, para ofrecer un ejemplo conocido, sobreviven también los pistones
y las válvulas de las bombas hidráulicas griegas. Y los adornos y símbolos que
incorporan los transportistas a sus vehículos, además del agua y el gasoil, no
le eran ajenos a los viejos carreros. Y es que las tecnologías en gestación
siempre fueron imaginadas y construidas a partir de las que serán desplazadas
como ocurrió con el conjunto de las tecnologías manuales cuando crearon la base
tecnológica de la Revolución industrial. Hubiera sido imposible fabricar las
primeras máquinas a vapor mediante máquinas a vapor. O transportar en camiones los materiales para
levantar las primeras fábricas que habrían de construirlos. O, para abundar, en
desarrollar nuevos programas informáticos sin apoyarse en los vigentes, o tratar de crear los teclados para
computadoras sin haber espejando en ellos al patrón de teclas que alguien
imaginó para las viejas máquinas de escribir.
Estos diálogos entre
unas tecnologías y otras, ya sean presentes o remotas, da lugar a la
construcción de redes y de trayectorias donde resulta imposible aislar qué les
corresponde a los sujetos en juego y qué a los artefactos. Qué al presente y
qué al pasado. Se nos ofrece así una Tecnología diferente, que la educación
merecería, con más articulaciones y continuidades que las que parecieran
expresar las súbitas apariciones de novedades en los diarios de cada día. Una
Tecnología no solo construida con hierro, plástico, silicio y funcionamientos.
Sino, y sobre todo, con tiempo, con memoria y con significados.
*Este artículo fue publicado en el Monitor de la Educación N°11 (2007)